Una aproximación a las características físicas que distinguen a los principales exponentes de esta disciplina, con ejemplos de atletas destacados y datos sobre su estructura corporal.
- El lanzamiento de bala exige fuerza explosiva, coordinación y una composición corporal muy particular. Cuando vemos a esos gigantes en el círculo de lanzamiento, capaz nos preguntemos: ¿Qué tipo de cuerpo ayudan a catapultar la bala a distancias tan impresionantes? En los párrafos que siguen, vamos a echar luz sobre el somatotipo típico de quienes se especializan en esta prueba y cómo estos atributos se combinan para maximizar su rendimiento.
Uno de los puntos clave para entender a los lanzadores de bala es su somatotipo, o sea la proporción entre endomorfia (predisposición a acumular tejido graso), mesomorfia (desarrollo muscular y robustez ósea) y ectomorfia (linealidad o delgadez). ¿Por qué la mesomorfia es tan determinante en este deporte? Justamente, porque una gran masa muscular y huesos fuertes facilitan la generación de fuerza en un lapso brevísimo, algo que se traduce en más potencia durante el lanzamiento.
La mayoría de los lanzadores de élite muestra valores muy altos de mesomorfia, sumados a un nivel moderado o elevado de endomorfia. En hombres, se ven pesos que frecuentemente superan los 110 kg, con un porcentaje de grasa que va del 15% al 25%, mientras que en mujeres puede rondar entre el 20% y el 30%. Estas cifras, que a simple vista parecen grandes, se sostienen porque la alta masa muscular demanda una ingesta calórica importante, sin que ello necesariamente perjudique la explosividad. En los estudios realizados, se observó que la ectomorfia (típica de un cuerpo más esbelto) se mantiene muy baja, casi siempre por debajo de 2 en la escala de Heath-Carter (Carter & Heath, 1990).
¿Qué ejemplos concretos ilustran estas características? Sobran referencias. Randy Barnes, un histórico plusmarquista, medía cerca de 1,96 m y pesaba en torno a 130 kg, con una marcada tendencia mesomórfica. Udo Beyer, de la RDA, superaba los 125 kg y presentaba niveles muy altos de densidad ósea, sobre todo en brazos y piernas. Más cerca en el tiempo, Ryan Crouser, bicampeón olímpico (Río 2016 y Tokio 2020), con 2,03 m y alrededor de 145 kg, encarna de lleno el prototipo meso-endomórfico.
Muchas veces se piensa que el exceso de grasa afectaría la performance. Sin embargo, las mediciones señalan que el componente endomórfico por sí solo no arruina la explosividad, siempre y cuando vaya de la mano de una robusta masa muscular. Incluso se sabe que, a lo largo de la temporada, la masa grasa varía poquito (en torno a un 2% o 3% del peso total), mientras que la masa muscular sufre fluctuaciones de un 2% a un 5% conforme cambia la intensidad de los entrenamientos (Claessens et al., 1994). De este modo, los lanzadores buscan equilibrar su fuerza máxima con la agilidad necesaria para ejecutar un gesto técnico de alta precisión.
En definitiva, el fenotipo característico de un lanzador de bala es mesomórfico, de gran volumen, con un componente endomórfico que no compromete la potencia. Esta combinación anatómica, sumada a una densidad ósea superior, otorga a estos atletas la capacidad de generar impulsos sumamente explosivos en el breve intervalo que dura el movimiento de lanzamiento.
Referencias
- Carter, J. E. L., & Heath, B. H. (1990). Somatotyping: Development and applications. Cambridge University Press.
- Claessens, A. L., Beunen, G. P., & Wellens, R. (1994). Somatotype and body structure of world top judoists. Journal of Sports Sciences, 12(4), 365–375.
- Norton, K., & Olds, T. (Eds.). (1996). Anthropometrica: A textbook of body measurement for sports and health courses. University of New South Wales Press.